“Estoy aquí porque soy hijo de Dios, porque me hizo a su imagen y semejanza y a pesar de eso no he reflejado en mi vida la plenitud de su grandeza. Estoy aquí porque reconozco que no he sabido llevar el timón de mi barca, porque mi orgullo, prepotencia, rencores, minusvalías, altivez e intolerancia, no dieron paso hasta ahora a su amor en mi vida y así amar a otros.
Sin embargo, estoy aquí porque sé que el perdón de Dios es mucho más grande que mis faltas y me da una oportunidad más para vivir una vida de fe, virtud y alegría y solo con él puedo lograrlo. Ya no vivo yo más, sino que Cristo vive en mi…”.
Coreando este pensamiento encontramos a un grupo de hombres en proceso de rehabilitación en la Fundación Hombres de Bien en Valledupar. Vestidos con su camiseta blanca, ordenados tan estrictos como una formación policial y aplaudiendo por cada frase que pronunciaban, dejaban entre ver las evidentes ganas de salir del laberinto de las drogas.
Al sitio llegamos en moto, luego de recorrer un camino arenoso a las afueras de la ciudad, donde una cómoda infraestructura, parecida a un centro recreativo, alberga unos 90 hombres entre 14 y 64 años de edad en busca de una salida al problema de la drogadicción, que hoy día es un flagelo que está atacando a la juventud en Valledupar. Las estadísticas reflejan que de las personas que están en rehabilitación, 70% son menores de edad.
Debajo de un bohío estaban sentados, algunos con sus miradas perdidas, otros con ansiedad y muchos con un movimiento similar en sus manos y piernas, pero con una meta en común: ganarle la batalla a las drogas y conseguir una luz en el laberinto que ha marcado de manera individual a cada uno de estos seres.
Con mucho interés recibieron la visita del equipo de DIARIO DEL CESAR, mientras repetían una y otra vez, “Dios nos está dando una oportunidad más para vivir”.
Entre ese grupo nos encontramos con Hernán Arredondo, un hombre de 64 años que después de pasar 50 años en el vicio de las drogas, decidió darse unanueva oportunidad considerando que la drogadicción es una “maldad del diablo, que es tan real como Dios”.
De contextura delgada, escasa cabellera, piel morena y uniformado como parte de la fundación, Arredondo dijo no tener vergüenza de mostrar su identidad y de contar su historia para que sea el incentivo de muchas personas que buscan salir de esta amarga realidad.
NADIE LA VA A GANAR A LAS DROGAS
Muy coherente y con una mentalidad que no pareciera haber sufrido los efectos de la marihuana, el bazuco, la cocaína y toda clase de sustancia psicotrópica, Arredondo reiteró que nadie le va a ganar a las drogas, es una lucha sin cuartel que solo Dios puede enfrentar.
“Comencé probando el inofensivo cigarrillo, luego la marihuana y así fui escalando sabores y efectos por influencia de mis amigos, hasta que llegué a las grandes mafias, la bonanza me deslumbró y el desorden en mi vida era de tal magnitud que tuve 14 hijos en nueve mujeres distintas”, manifestó mientras miraba a sus compañeros y les señalaba que escucharan con atención.
Arredondo continuó con el relato afirmando que hasta su hogar perdió, llegó a cometer unos 10 asesinatos, vendía la droga,… “hice de todo en esta vida, pero nada cambiaba, todo era caos por estar sumergido en una ficticia felicidad que perduraba mientras las sustancias psicotrópicas hacían estragos en mi cuerpo y mi alma”.
DIOS FUE LA SEÑAL
Ya para ese entonces, consideraba que de todo había hecho en la vida, me sentía hasta aburrido y el patrón de la mafia me ordenó asesinar a un hombre llamado Rafael Fría, un gran líder del cartel de la droga. Desde entonces empecé a pisar fondo, afirmaba Arredondo.
“Oportunidades iba y venían y nada que podía consumar el crimen, la ansiedad me mataba y la intoxicación en mi cuerpo me llenaba de odio y me reforzaba las ganas de matar. Hasta que un día, cerca de la cárcel de Riohacha lo encontré, vi venir a un hombre moreno alto, vestido con una camisa manga larga y conuna seriedad que simulaba a la un pastor, pues debajo del brazo traía una biblia que hasta hoy puedo decir fue el arma que cambió mi vida.
De inmediato lo reconocí y me dije ya es mío, lo encontré. Intenté muchas veces sacar la pistola que con 14 municiones llevaba en mi cintura para cumplir la tarea encomendada, pero nunca pude”, dijo el arrepentido hombre mientras bajaba su rostro por la pena que sintió ante sus compañeros.
Arredondo asegura que ese hombre iba blindado con el arma más potente que puede haber en el mundo, la Biblia. “Esos 66 libros fueron las balas que él tenía para su defensa y así fue. Mientras yo luchaba por sacar la pistola, el solo me golpeó el pecho con la Biblia, me caí, quedé indefenso y por el miedo quesentí corrí del lugar con la firme convicción de que Dios existe y era una señal de vida para mí. Desde entonces mi vida cambió y empecé a entender que la felicidad no se consigue con las drogas, que el diablo te somete a los malos pensamientos y que Dios no es casualidad, sino causalidad”, dijo levantando su brazo como señal de victoria.
Un día, ya cansado de la mala vida que llevaba, Arredondo manifestó que lo primero que pensó fue en sus hijos, quienes hoy día son profesionales y que por la gracia de Dios no tomaron el camino de su padre. “Les dije, aquí estoy, ayúdenme quiero recuperar a mi esposa, mi hogar y mi familia. Ellos con el corazón en la mano me tomaron la iniciativa y hoy día estoy en rehabilitación, perduraré en la lucha, ya tengo más de un mes sin consumir y he podido mantener el control, gracias a Dios”, dijo con orgullo y tomó nuevamente su puesto.
DEL BRONX A LA REHABILITACIÓN
Jesús García Duarte es otro de los testimonios que encontramos durante la visita. Un joven de 25 años que desde los 10 entró en el mundo de las drogas en el barrio San Alberto del Cesar.
“Siendo niño consumí marihuana, ya a los 15 le metía el pecho al bazuco hasta que llegué a Bogotá con un primo que me incitó a este mundo. Formé parte de bandas peligrosas, recorrí muchos lugares de Colombia hasta que entre al Bronx en la capital, un infierno donde mi trabajo fue matar, fumar, vender y descuartizar personas para vender sus órganos. A mi primo lo agarraron y nunca más lo vi”.
El joven mientras relataba su historia mostraba su inquietud, ansiedad y con un particular temblor en las piernas y manos, manifestó que llegó a beber sangre de humanos, consumir comida hecha con órganos de sus compañeros y generar altas cantidades de dinero por la venta de sustancias psicotrópicas.
Un enfrentamiento le permitió escapar y con ayuda de un militar, a quien catalogó como su ángel de la guarda, salió de ese infierno del que prefirió no seguir recordando. Hoy es padre de tres niñas y cuenta con el respaldo de su esposa y su madre para librar la batalla que por segunda vez intenta ganar en el proceso de rehabilitación que hoy le ofrecen en Hombres de Bien.
UNA ENFERMEDAD CRÓNICA
Una persona adicta es aquella cuya vida está controlada por las drogas. Está en las garras de una enfermedad crónica y progresiva que arrastra invariablemente al ser humano a un mismo lugar: la cárcel, hospitales y la muerte.
La fundación Proyecto Hombres de Bien IPS CAD, es una institución sin ánimos de lucro, con un alto compromiso ético, moral y profesional en la prestación de los servicios en las áreas psicológicas, pedagógicas, espirituales y sociológicas encaminadas en la rehabilitación integral del adicto en todas las fases de tratamiento. Hoy día el trabajo no es fácil, la adicción a las drogas es un problema social que día a día se acrecienta y la juventud es a población más vulnerable en esta ciudad vallenata, dijo Jairo Hernández Villazón, director fundador de Hombres de Bien.
Destacó que hoy día Valledupar está viviendo el boom de las drogas electrónicas como el éxtasis y el cristal, las cuales están atacando enormemente a la población juvenil y está demostrable en el número de personas que acude a buscar ayuda a este centro. “Es preocupante que ya no recurren a sustancias inofensivas, sino a las que más afectos hacen sobre la realidad. El drogadicto vive en un mundo de fantasías producto de los efectos neurológicos que sobre su organismo ejercen las drogas”.
Es lamentable que de 20 adolescentes 13 consiguieron por primera vez la droga en las adyacencias a los colegios donde estudian o lugares públicos quefrecuentan. Por tal motivo, es un problema que hay que atacar de raíz por considerar que los menores se están convirtiendo en los seres más vulnerables a este mal.
En la fundación los pacientes son tratados por sus problemas de motivación, se desarrollan habilidades para rechazar el uso de las drogas y facilitar las relaciones interpersonales y mejorar las habilidades del individuo para funcionar dentro de la familia y la comunidad.
PROBLEMA SOCIAL PREVENIBLE
José Gabriel Jaramillo, concejero en neurodependencia, manifestó por su parte que aunque las cifras indican que el flagelo de las drogas está atacando a los menores, es muy difícil internarlos a diferencias de los adultos. Sin embargo, a diario llegan casos que son motivos de preocupación para las autoridades de salud en el municipio.
Los jóvenes de Colombia tienen tres grandes miedos: a la ciudad, a la calle y el que no es subsanable, que es el miedo a la casa y a lo que sucede dentro de los hogares. La familia es el núcleo, y de allí viene todo. Estos aspectos influyen junto a factores genéticos, que sumados a la disponibilidad de la droga en cualquier lugar y a los amigos consumidores, los conllevan a formar parte del mundo de la drogadicción.
Por su parte, Leonor Ramírez, psicóloga clínica, afirmó que son múltiples las causas por las cuales hoy día los adolescentes llegan al consumo. Hay una falta de orientación en la familia, desapego familiar y los padres suplen la parte afectiva con lo material.
“Nunca miramos la necesidad del adolescente, teniendo en cuenta unos factores psicológicos y emocionales que luego se reflejarán en su comportamiento. La interacción social es otro aspecto importante, hay que definir su descendencia y además conocer su entorno de amigos y conocidos”, dijo la profesional.
Las predisposiciones genéticas cumplen un factor muy importante en este proceso, y así lo han demostrado muchas investigaciones. Existen patologías psiquiátricas que pueden llevar a un consumo de sustancias psicoactivas o un rastre de algún miembro de la familia que es consumidor.
Reiteró que estos factores son predominantes en los adolescentes para el consumo. “Sí es un problema social, pero no miremos todo el abordaje desde este aspecto, sino de lo que se puede hacer con el problema”.
Si no los formamos emocionalmente y en el conocimiento, sino se le da una estructura con un modelo de padre y madre; disciplina y valores, el menor va a buscar al amigo vago de la esquina o a la persona cuyo estilo de vida es fácil y sin normas.
Las instituciones en Colombia no están preparadas por norma y ley en los procesos de salud para atender a los infantes sumergidos en las drogas.En la actualidad el problema se ataca haciendo inclusión social con la estrategia Rehabilitación Basada en Comunidad (RBC) para minimizar los riesgos.
La prevención se inicia desde el hogar, la familia es el motor que define las conductas del ser humano. Los padres deben tener capacidad para conducir a sus hijos por el mejor camino.
LAS CIFRAS ALERTAN
El Observatorio de Droga en Colombia, durante una reciente investigación, reveló que el 11,7 por ciento de los escolares colombianos han consumido marihuana alguna vez. Y, tal como ocurre con el alcohol, también en este caso las mujeres consumen más que los hombres.
Entre los consumidores colombianos de narcóticos, la marihuana sigue siendo la droga favorita. El 84,4 por ciento la ha probado por lo menos una vez en la vida. Más de la mitad de ellos (52%) ha consumido marihuana en el último año.
También se indica en la investigación que el 12,4 por ciento de los colombianos que usan marihuana, la probaron por primera vez antes de cumplir los diez años. La segunda sustancia de mayor consumo es la cocaína. El 69,1 por ciento de quienes han usado coca son ya dependientes, consumidores habituales y adictos.
Entre la población escolar se determinó que el 38 por ciento de los estudiantes que consumen narcóticos tiene familiares –en su mayoría, tíos– con antecedentes delictivos.